Berliner Boersenzeitung - Arma china: Tierras raras

EUR -
AED 4.277861
AFN 77.136147
ALL 96.657949
AMD 444.757798
ANG 2.08512
AOA 1068.154478
ARS 1678.808333
AUD 1.754654
AWG 2.098161
AZN 1.978573
BAM 1.957987
BBD 2.34611
BDT 142.338967
BGN 1.95787
BHD 0.439079
BIF 3444.346704
BMD 1.164836
BND 1.509986
BOB 8.048989
BRL 6.361141
BSD 1.164796
BTN 104.721505
BWP 15.516329
BYN 3.383779
BYR 22830.783798
BZD 2.342716
CAD 1.614131
CDF 2597.583856
CHF 0.93502
CLF 0.027447
CLP 1076.809445
CNY 8.227936
CNH 8.229012
COP 4473.855162
CRC 573.54054
CUC 1.164836
CUP 30.868152
CVE 110.388283
CZK 24.251359
DJF 207.420761
DKK 7.469021
DOP 75.023788
DZD 151.614484
EGP 55.494063
ERN 17.472539
ETB 181.440736
FJD 2.646272
FKP 0.874683
GBP 0.873732
GEL 3.133595
GGP 0.874683
GHS 13.371934
GIP 0.874683
GMD 85.623095
GNF 10132.315939
GTQ 8.916959
GYD 243.702171
HKD 9.064602
HNL 30.680264
HRK 7.535437
HTG 152.529693
HUF 383.333535
IDR 19401.623369
ILS 3.766054
IMP 0.874683
INR 104.64758
IQD 1525.904155
IRR 49039.591876
ISK 148.598106
JEP 0.874683
JMD 186.788609
JOD 0.825897
JPY 182.17102
KES 150.554416
KGS 101.864659
KHR 4667.21242
KMF 493.89021
KPW 1048.348457
KRW 1712.185734
KWD 0.357663
KYD 0.970684
KZT 603.901855
LAK 25261.212141
LBP 104310.195358
LKR 359.701721
LRD 205.589606
LSL 19.799512
LTL 3.439457
LVL 0.704598
LYD 6.33908
MAD 10.766024
MDL 19.831148
MGA 5200.808349
MKD 61.603703
MMK 2446.793693
MNT 4134.417229
MOP 9.336327
MRU 46.452879
MUR 53.873448
MVR 17.930198
MWK 2019.847129
MXN 21.189629
MYR 4.796816
MZN 74.44481
NAD 19.799512
NGN 1694.777782
NIO 42.867876
NOK 11.824879
NPR 167.555128
NZD 2.014054
OMR 0.447884
PAB 1.164801
PEN 3.916174
PGK 4.94252
PHP 68.955374
PKR 329.267131
PLN 4.223987
PYG 7936.864021
QAR 4.246142
RON 5.088581
RSD 117.437603
RUB 91.00593
RWF 1695.393444
SAR 4.371075
SBD 9.587289
SCR 15.685695
SDG 700.645729
SEK 10.860272
SGD 1.509051
SHP 0.873929
SLE 28.068787
SLL 24426.024407
SOS 664.542172
SRD 44.982457
STD 24109.751503
STN 24.527287
SVC 10.192383
SYP 12879.402776
SZL 19.792104
THB 37.088773
TJS 10.774633
TMT 4.088574
TND 3.423824
TOP 2.804645
TRY 49.625766
TTD 7.898822
TWD 36.333543
TZS 2855.727986
UAH 49.312873
UGX 4158.626572
USD 1.164836
UYU 45.650984
UZS 13981.6149
VES 300.069051
VND 30701.580029
VUV 142.017642
WST 3.24734
XAF 656.690403
XAG 0.019252
XAU 0.000277
XCD 3.148027
XCG 2.099336
XDR 0.817204
XOF 656.690403
XPF 119.331742
YER 277.842465
ZAR 19.791901
ZMK 10484.906002
ZMW 27.088253
ZWL 375.076687

Arma china: Tierras raras




La tensión entre Washington y Pekín no se dirime solo en los actos diplomáticos ni en los titulares de las redes sociales. Desde comienzos de octubre de 2025, China ha puesto en marcha una ofensiva menos visible, pero más efectiva, al restringir la salida de materias primas imprescindibles para la industria occidental: las tierras raras y los imanes que se fabrican con ellas. Estas medidas se produjeron un día antes de que Donald Trump, recién instalado en su segundo mandato, anunciara aranceles del 100 % sobre todas las importaciones chinas a partir del 1 de noviembre. El enfrentamiento comercial ha entrado así en una nueva fase en la que Pekín ha desempolvado su arma más eficaz: controlar los suministros que alimentan la revolución tecnológica y militar de Estados Unidos y sus aliados.

El alcance de las restricciones
El 9 de octubre Pekín amplió de forma drástica su control sobre la exportación de tierras raras. La nueva normativa obliga a que cualquier magneto o producto semiconductores producido en el extranjero que contenga al menos un 0,1 % de materias primas de origen chino —o que utilice tecnologías chinas de minería, procesado o fabricación— necesite una licencia para su exportación. Además, el Ministerio de Comercio prohibió prácticamente todos los envíos a industrias vinculadas con ejércitos extranjeros, lo que supone un veto de facto a las cadenas de suministro de defensa estadounidenses desde el 1 de diciembre. En paralelo, Pekín extendió sus controles a cinco elementos adicionales, de modo que ya restringe 12 de los 17 metales raros. La extraterritorialidad de la medida —inspirada en las reglas estadounidenses sobre productos de origen estadounidense— permite a China influir en operaciones entre terceros países.

China justifica estas medidas por motivos de seguridad nacional, pero la estrategia está pensada para maximizar su ventaja. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, el país produce alrededor del 70 % de las tierras raras del mundo, realiza el 90 % del procesado y controla el 93 % de la fabricación de imanes. Esta hegemonía convierte a las tierras raras en un instrumento de presión sobre EE. UU. equiparable a las restricciones estadounidenses sobre chips avanzados. Como reconoció el exsecretario de Comercio Wilbur Ross, ceder una parte del negocio proporciona a Pekín un “buen rendimiento” en forma de influencia: puede racionar suministros sin violar formalmente acuerdos comerciales.

Un mercado y unas industrias vulnerables
Las repercusiones se dejaron sentir de inmediato. Tras el anuncio de Pekín, Trump respondió con un incremento arancelario generalizado y controles a la exportación de software estadounidense, provocando el desplome de los índices bursátiles en Wall Street. China replicó imponiendo nuevas tasas portuarias a los buques estadounidenses y extendió las restricciones a las baterías de ion‑litio y a los componentes relacionados, un sector en el que también es líder mundial. Se trata de un abanico de medidas diseñado para multiplicar los puntos de presión sobre la economía estadounidense.

El sector que más rápidamente percibe el golpe es el de la defensa. Los aviones de combate F‑35 incorporan cerca de 920 libras de tierras raras en motores, radares y sistemas de guía. Las restricciones chinas afectan además a submarinos, misiles Tomahawk, drones y otros sistemas que dependen de imanes permanentes. La fabricación de vehículos eléctricos y aerogeneradores tampoco queda al margen: un coche eléctrico necesita alrededor de un kilogramo de estos materiales en sus motores, y un modelo eólico requiere cientos de kilogramos de imanes de neodimio. En sectores como la electrónica o la energía renovable no existen sustitutos comerciales para estos metales, por lo que cualquier interrupción en el suministro repercute de forma inmediata en los precios y la producción.

Europa y otros aliados de Washington son igualmente dependientes. En 2023 la Unión Europea importó el 98 % de sus tierras raras de China. Japón ha logrado reducir su dependencia al 58 %, pero Corea del Sur seguía importando el 94 % en 2024. Los nuevos controles no solo limitan la entrada de materias primas, sino que dificultan también el acceso a conocimientos y tecnologías de procesado: las autoridades chinas han prohibido a sus especialistas colaborar en proyectos extranjeros sin autorización. La complejidad de las cadenas de suministro —con hasta una docena de etapas de procesado repartidas por varios países— incrementa los riesgos de interrupción.

¿Por qué las tierras raras son la “mejor arma”?
Los metales raros son esenciales para más de 200 aplicaciones tecnológicas, desde pantallas y catalizadores hasta satélites y sistemas de guía. La hegemonía china en todas las fases de la cadena de valor otorga al gobierno de Xi Jinping una capacidad de coacción comparable a la que Estados Unidos ejerce en el sector de los semiconductores. Pekín ha decidido utilizar esa ventaja no solo como represalia por los aranceles estadounidenses, sino también como palanca de negociación en vísperas de la cumbre bilateral prevista para finales de octubre. Al prohibir exportaciones a las industrias militares y exigir licencias para cualquier producto que contenga una mínima fracción de tierras raras chinas, el gobierno puede frenar las líneas de producción de aviones, vehículos y equipos electrónicos estadounidenses.

Ross ha comparado la maniobra con un sistema de racionamiento encubierto: retrasar o denegar licencias permite a Pekín ajustar el grifo del suministro a su conveniencia. De momento, Washington dispone de reservas que fueron acumuladas durante el inicio de la guerra comercial, pero las existencias apenas cubren unos pocos meses de consumo. Las empresas estadounidenses están intentando diversificar proveedores —con inversiones en Australia, Pakistán y California— y el Departamento de Guerra ha tomado participaciones en productores locales para levantar plantas de separación y fabricación. Sin embargo, estas instalaciones tardarán años en funcionar a plena capacidad, mientras que China puede activar o desactivar sus controles de inmediato.

Más allá de las tierras raras
La ofensiva china incluye otros elementos. El mismo día que se anunciaron los controles a las tierras raras, Pekín amplió las restricciones a la exportación de baterías de ion‑litio y de los equipos necesarios para su producción. Estas baterías son imprescindibles para los coches eléctricos, las redes de almacenamiento de energía y muchos dispositivos electrónicos. Además, el gobierno ha introducido tasas a los buques estadounidenses y ha utilizado su peso en el mercado de divisas para fortalecer su moneda: según el Banco de Pagos Internacionales, el yuan aumentó su participación en las transacciones globales al 8,5 % en 2025. Aunque el dólar sigue siendo la divisa dominante, este avance indica que la internacionalización del yuan podría convertirse en otra herramienta de presión financiera.

Un pulso con final abierto
La pugna entre EE. UU. y China se ha trasladado así al terreno de los suministros estratégicos. La Casa Blanca confía en que sus inversiones en minería y procesamiento doméstico reduzcan la dependencia de Pekín, pero la Agencia Internacional de la Energía prevé que, incluso en 2030, China seguirá controlando más de la mitad de la producción y el refinado de tierras raras. El plazo de puesta en marcha de una mina de tierras raras en Estados Unidos ronda los 29 años, mientras que la demanda crece rápidamente por la transición energética y el rearme mundial. Con las negociaciones en marcha y nuevas restricciones en el horizonte, las tierras raras se han convertido en el arma no convencional con la que Pekín busca reequilibrar la balanza en la guerra comercial. Su eficacia radica en que, por ahora, no existe sustituto ni alternativa global que anule su poder.